Poco se ha escrito acerca de
los cronófagos, al punto de que muchas personas piensan
que es un sustantivo
inventado por alguien; incluso han asociado este término con el de misógino.
Silvia de Picco, explica los obstáculos que tienen las mujeres para realizarse
personalmente debido a una extraña conspiración de los cronófagos, a los cuales
además llama caníbales y consumidores del tiempo femenino.
Montherlant llamó cronófagos a
los “devoradores“de tiempo. Se llama así, no a los que buscando mayor eficiencia
a sus vidas, avanzan a pasos gigantes y conquistan nuevas tierras cada día,
tampoco lo son aquellos que disipan lamentablemente sus horas, yendo tras de
ideales estériles o en tareas inútiles.
Henry de Montherlant |
El cronófago es un tipo
patológico muy especial, muy difundido, enemigo declarado del hombre que tiene
ganas de vivir, de trabajar, de triunfar.
El cronófago es el que visita
un taller en horas de trabajo y va de puerta en puerta hablando con los
trabajadores y destruyendo con su meliflua charla, la labor provechosa que esas
manos tratan de hacer; va a las redacciones y distrae al personal.
En las fábricas, en los
conservatorios, en las aulas, medios de comunicación, negocios, etc., en toda
congregación de gente que trabaja, hay cronófagos. Y no se valen solamente de
la visita; cuando se los rechaza, acuden al teléfono, al móvil a los mensajes,
al Internet, al chat, redes sociales en general, también a la correspondencia,
al “encuentro casual” y muchos otros medios. A veces destruyen el espíritu
constructivo y creador de los demás, a fuerza de inculcarles su zumbido de
zánganos; y luego son los primeros en reprocharles el fracaso, si éste se
produce.
Y llevan así una vida poblada
solamente de ecos, de bambolla: vacía. Para el que aspira a vivir mucho y con
eficiencia, para el que aspira hacer una estada provechosa y feliz en el mundo,
es un deber imperioso despojarse del pesado lastre de los cronófagos.
Ya lo decía André Maurois: -Muchos
seres humanos se quejan de la brevedad de la vida, ¿pero es que viven siquiera
ocho horas al día?”.
Y en verdad, a quien no sabe
ahorrar su tiempo, a quien no rinde lo que debiera, ni en
cantidad ni en
calidad, le diríamos: “Viva cien años, porque eso puede conseguirlo haciendo
vida sana; pero no viva cien años de 365 días ociosos, sino un verdadero siglo
de horas activas. ¿No le decimos acaso “viva”? Vivir es actuar, es funcionar,
es moverse. Y así su vida se medirá por las horas de provecho, no por las de
holganza, menos de maldad.
Por eso, aléjese de los
cronófagos que, al devorar su tiempo, se devoran lo mejor de su vida: el
rendimiento, la verdadera eficiencia de su actividad.
Sin, embargo, pese a lo dicho,
un cronófago puede ser útil; imagine una circunstancia en la que no llega a
tiempo un orador, un artista, un grupo, etc., lo que se hace es echar mano de
los cronófagos, de los que le distraen, le hacen pasar el tiempo, se lo hacen
perder, mientras llega el motivo central de atracción; no estamos hablando de
teloneros, aprendices o principiantes, sino de alguien que no estaba en el programa,
no es grato, pero puede ser útil.
Maurois es el pseudónimo de
Emile Herzog, biógrafo, novelista y ensayista francés e intérprete de la
cultura británica (1885-1967)
Henry de Montherlant,
Novelista y dramaturgo francés de origen catalán (1826-1972)
Silvya Do Picco, periodista
argentina autora de Mujer sin Fin (Editorial B 2007)