lunes, 28 de junio de 2021

Respeto al honor, el tuyo y el mío ®Ivette Durán Calderón

 

 


El hombre es por antonomasia un ser social, que puede y debe vivir en sociedad, y para ello ha establecido normas, que se han ido mejorando con el transcurrir del tiempo y con el progreso mismo de la humanidad.

Basándonos en las enseñanzas del filosofo Felicien Challaye consideramos importante entender que para vivir en paz y buscar la felicidad, es necesario ser tolerantes con los errores ajenos, practicar la solidaridad y justicia como un ideal importante del esfuerzo humano. El sentimiento que nos lleva a no perjudicar a otro, es el de la justicia.

Al sentimiento que nos impulsa a hacer bien a los demás se le puede llamar caridad, entendiéndose por tal, el amor a los otros hombres sin que intervenga el amor de Dios. De ordinario los deberes del hombre para con la humanidad se dividen en deberes de justicia y, deberes de caridad.

Los deberes de justicia son comúnmente negativos; consisten en abstenerse antes que en


obrar y se expresan por medio de negaciones: No matar, No robar, No hacer el mal, No mentir, No calumniar, No traicionar…

De hecho, la justicia es el respeto al derecho o a los derechos del otro. Asimismo, la justicia ha sido definida como el sentimiento que nos impulsa a no hacer daño a los demás, siendo precisamente justos.

El vocablo justicia es aplicable a los hombres y a las sociedades. El hombre justo procura no hacer a los otros lo que a él no quisiera que otros le hiciesen. Una sociedad justa es una sociedad en que los derechos de todos son igualmente respetados.

De un modo general, los deberes de justicia consisten en respetar la vida de los demás, su libertad, su facultad de pensar libremente, su propiedad, su honor, los contratos suscritos y las promesas hechas.

El hombre debe respetar los derechos de los demás. El honor es un derecho. Es verdad que nuestro honor salvaguardado dentro de nosotros mismos, se hallará libre de todo ataque exterior, y además, es injusto privar a los demás del beneficio de la buena reputación motivados por intereses mezquinos, sean éstos políticos o simplemente personales. En este aspecto se condenan la injuria y el ultraje; la maledicencia que da a conocer malvadamente las intimidades y faltas de otro; la delación que denuncia secretamente la comisión de faltas que las autoridades pueden castigar; la calumnia que une la maldad con la mentira y puede llegar a ocasionar estragos en las familias y en las naciones; en suma, son censurables todos los actos que dañan el honor.

 La calumnia y el daño al honor son temas ancestrales y tan antiguos como la humanidad, son el arma favorita de los traidores, de los gratuitos detractores, de los envidiosos y acomplejados Con demasiada frecuencia se comete el error de decir: “no hay humo sin fuego”. Y los difamadores pérfidos aprovechan este estado de espíritu al repetir esta frase: “calumnia, calumnia que algo queda”.


En los tiempos que corren, aprovechar las redes sociales para escudarse detrás de un dispositivo para repetir, divulgar y compartir noticias que son simples especulaciones, rumores periodísticos, acusaciones o denuncias sin sentencia, es el más bajo nivel de la mediocridad de un ser indigno acomplejado y rebasado de envidia que, además, desconoce las leyes o hace caso omiso de ellas.

Dañar el honor es la sempiterna agresión rastrera y furtiva de quienes son incapaces de enfrentar a sus enemigos de frente y sin temor a las repercusiones. Recordemos que la calumnia y sus consecuencias son el tema central de la obra clásica “Otelo” de William Shakespeare.

Sin embargo, es preciso aclarar que si se presenta un caso de verdadero interés nacional y humano como ser la falta de honradez de ciertos hombres públicos y la denuncia va acompañada de pruebas aceptando las responsabilidades consecuentes, el cumplimiento de este deber constituye un acto tanto más meritorio, cuanto mayores son los riesgos de los que va acompañado.

Entonces, si somos inocentes víctimas ¿cómo comportarnos con quien nos ha hecho daño o nos ha ofendido? La decisión es personal. La moral religiosa de Cristo y de Buda nos dicen que: “hay que ser indulgente y perdonar”. Idea aceptable, sin embargo, no confundamos el perdonar, con nuestro deber de “defender nuestros derechos y nuestro honor” cuando estos son conculcados, violados, vejados y vilipendiados.

El pensamiento del célebre Confucio parecer ser menos idealista y de sabiduría más humana: “Hay que devolver bien por bien y, justicia por injusticia” acotando su magnánima sentencia: “deseo larga vida a mis enemigos…para que contemplen mis éxitos”.

 

Ivette Durán Calderón es jurista, experta internacional en Inmigración y Extranjería. Autora en diferentes géneros literarios, investigadora sociojurídica, comunicadora social y gestora cultural.  Contacto: ivettedurancalderon@gmail.com RR.SS.

lunes, 28 de octubre de 2019

La feminización de la delincuencia © Ivette Durán Calderón



 Del libro “Cuando ellas organizan el crimen” ©Ivette Durán Calderón

Hasta hace poco tiempo, se mantenía la tesis de que el “crimen era cosa de hombres” y
que la participación de las mujeres era secundaria, aleatoria o simplemente casual. Los hechos nos demuestran que no es así. Si las pandillas, maras o bandas delincuenciales han desarrollado una organización militar y empresarial, estamos hablando de crimen organizado, de delincuencia organizada, y no tiene por qué excluirse al sexo femenino.


Vale la pena puntualizar que las mujeres que se involucran en el crimen organizado no necesariamente lo hacen de manera involuntaria o forzada, existen mujeres malas, perversas, ambiciosas que saben exactamente lo que hacen y el objetivo que persiguen.
La Historia se ha encargado de demostrar que alrededor de las mujeres gira no solamente el amor sino también la rebelión y es ello lo que las convierte en malévolas, siniestras, tanto que delinquir para ese tipo de mujeres es algo cotidiano y aunque el mal y la perversidad son temas delicados de tratar, las malas no son tan malas como las describen ni las buenas lo son tanto como lo aseguran.
Una cosa es delinquir por necesidad y otra por perversidad. Incursionar en el crimen organizado, al extremo de ser ellas las que organizan un crimen, ya no debe sorprender a nadie. Puede ser que la conducta de las mujeres jóvenes violentas, se deba a su constante lucha por sobrevivir en un mundo que ha sido hecho por y para hombres.
Tampoco puede justificar su conducta los siglos de sumisión bajo el yugo masculino para poner de manifiesto su aletargado poder seductor, belleza, inteligencia, astucia, sensualidad y sobre todo maldad.

Diferentes estudios a nivel mundial, demuestran que la mujer se inicia en actividades delincuenciales organizadas o propiamente en el crimen organizado, también por voluntad propia, y a temprana edad.
El conocido discurso de que los causantes de este flagelo son el desarraigo familiar, incomprensión, violencia familiar, pobreza, abandono, emigración, inmigración, migración, violaciones, explotación, analfabetismo, ambición, abuso o coacciones, es absolutamente cierto. Sin embargo, son pocos y vanos los intentos que hacen las diferentes entidades sociales para evitar la proliferación y expansión de las agrupaciones delincuenciales conformadas por y con mujeres de diferentes edades, debido a que se ha estigmatizado la figura del varón como único y exclusivo delincuente capaz de organizarse, por eso se habla de “los pandilleros”, “los mareros” “los delincuentes” o “los atracadores” de un modo general, refiriéndose a las mujeres integrantes simplemente como sus “compañeras sentimentales” o “parejas”, no se habla de “socias”, “secuaces”, “jefas”, “capacitadoras” “entrenadoras” o “ejecutoras”.
Poco o casi nada exclusivo, concreto y puntual se habla de las mujeres pandilleras, mareras, mafiosas, sicarias, narcas, atracadoras, asesinas, terroristas o maleantas organizadas. Atribuyo ese hecho al mal uso o uso correcto, - según sea el caso- de los apelativos o adjetivos calificativos tanto en femenino como en masculino. Y es que” la” delincuencia no es femenina ni “el” crimen masculino. Sin embargo, no vamos a entrar en análisis frívolos de “miembros o miembras” del crimen organizado.
Las mujeres también se han organizado criminalmente, es una lamentable y lacerante realidad.
*Ivette Durán Calderón es jurista e investigadora histórico social.

sábado, 12 de octubre de 2019

Cronófagos, aquellos devoradores del tiempo ajeno © Ivette Durán Calderón




Poco se ha escrito acerca de los cronófagos, al punto de que muchas personas piensan
que es un sustantivo inventado por alguien; incluso han asociado este término con el de misógino. Silvia de Picco, explica los obstáculos que tienen las mujeres para realizarse personalmente debido a una extraña conspiración de los cronófagos, a los cuales además llama caníbales y consumidores del tiempo femenino.


Montherlant llamó cronófagos a los “devoradores“de tiempo. Se llama así, no a los que buscando mayor eficiencia a sus vidas, avanzan a pasos gigantes y conquistan nuevas tierras cada día, tampoco lo son aquellos que disipan lamentablemente sus horas, yendo tras de ideales estériles o en tareas inútiles.

Henry de Montherlant
El cronófago es un tipo patológico muy especial, muy difundido, enemigo declarado del hombre que tiene ganas de vivir, de trabajar, de triunfar.

El cronófago es el que visita un taller en horas de trabajo y va de puerta en puerta hablando con los trabajadores y destruyendo con su meliflua charla, la labor provechosa que esas manos tratan de hacer; va a las redacciones y distrae al personal.

En las fábricas, en los conservatorios, en las aulas, medios de comunicación, negocios, etc., en toda congregación de gente que trabaja, hay cronófagos. Y no se valen solamente de la visita; cuando se los rechaza, acuden al teléfono, al móvil a los mensajes, al Internet, al chat, redes sociales en general, también a la correspondencia, al “encuentro casual” y muchos otros medios. A veces destruyen el espíritu constructivo y creador de los demás, a fuerza de inculcarles su zumbido de zánganos; y luego son los primeros en reprocharles el fracaso, si éste se produce.


Y llevan así una vida poblada solamente de ecos, de bambolla: vacía. Para el que aspira a vivir mucho y con eficiencia, para el que aspira hacer una estada provechosa y feliz en el mundo, es un deber imperioso despojarse del pesado lastre de los cronófagos.

Ya lo decía André Maurois: -Muchos seres humanos se quejan de la brevedad de la vida, ¿pero es que viven siquiera ocho horas al día?”.

Y en verdad, a quien no sabe ahorrar su tiempo, a quien no rinde lo que debiera, ni en
cantidad ni en calidad, le diríamos: “Viva cien años, porque eso puede conseguirlo haciendo vida sana; pero no viva cien años de 365 días ociosos, sino un verdadero siglo de horas activas. ¿No le decimos acaso “viva”? Vivir es actuar, es funcionar, es moverse. Y así su vida se medirá por las horas de provecho, no por las de holganza, menos de maldad.

Por eso, aléjese de los cronófagos que, al devorar su tiempo, se devoran lo mejor de su vida: el rendimiento, la verdadera eficiencia de su actividad.

Sin, embargo, pese a lo dicho, un cronófago puede ser útil; imagine una circunstancia en la que no llega a tiempo un orador, un artista, un grupo, etc., lo que se hace es echar mano de los cronófagos, de los que le distraen, le hacen pasar el tiempo, se lo hacen perder, mientras llega el motivo central de atracción; no estamos hablando de teloneros, aprendices o principiantes, sino de alguien que no estaba en el programa, no es grato, pero puede ser útil.

Maurois es el pseudónimo de Emile Herzog, biógrafo, novelista y ensayista francés e intérprete de la cultura británica (1885-1967)
Henry de Montherlant, Novelista y dramaturgo francés de origen catalán (1826-1972)
Silvya Do Picco, periodista argentina autora de Mujer sin Fin (Editorial B 2007)

jueves, 24 de enero de 2019

George Orwell, el profeta



Ivette Durán Calderón
Eric Arthur Blair (1903-1950)  conocido por el pseudónimo de George Orwell, célebre porque dentro de sus múltiples publicaciones, que en total son más de cien e incluyen ensayos, poemas, antologías y libros de no ficción, resaltan las seis novelas que convirtieron su nombre en la epopeya de la distopía.
Vale la pena recordarlo no sólo por su gran alegado, sino porque se ha convertido en un escritor intemporal.
Más de un adulto se ve obligado a releer sus obras para
poder captar el mensaje subliminal que cada lector espera encontrar.
Citando un ejemplo, Rebelión en la granja no es un cuento infantil, es una más de sus magistrales obras, fina sátira publicada en 1945, que fabula mordazmente sobre cómo el régimen soviético de Iósif Stalin corrompe el socialismo.
  
Dejemos que Sonia Viramontes no permita hacer un recorrido por las obras más emblemáticas de un escritor que pudo ver el futuro:

George Orwell –que sus papás nombraron Eric Arthur Blair– se ha condecorado como el rey de las distopías, tanto que existe el adjetivo orwelliano para describir sociedades que reproducen actitudes totalitarias y represoras.
Aquellos mundos grises y esclavistas estuvieron inspirados en la vida que llevaba el escritor, primero en Motihari, ciudad en la que nació el 25 de junio de 1903, que formaba parte del imperio inglés en la India; después se fue a Inglaterra y luego a Birmania. Más adelante regresó a Gran Bretaña y vivió también en París.

George Orwell estudió en el Eton College de Windsor, “la escuela más aristocrática del Reino Unido”, según el economista Rahat Nabi Khan. Después de pasar ahí un tiempo que el escritor describió como “relativamente feliz”, decidió unirse a la Policía Imperial India en Birmania.

Su madre, Ida Mabel Limouzin Blair, nació en lo que hoy se conoce como Myanmar y su padre –a quién no había visto desde los dos años– era oficial en el Departamento del Opio del imperio inglés en la India. Eso explica, quizás, su interés por vivir aquella experiencia. 
Tenía 19 años cuando comenzó su servicio en la policía. Aprendió birmano e hindustaní; aprendió de la cultura y gente local, además de una buena cantidad de datos sobre la flora y fauna de Birmania. Después de cinco años, Blair (porque aún no utilizaba su seudónimo) renunció a la policía y regresó a Inglaterra.
De vuelta en Europa vivió como indigente y después de intentar algunos trabajos que no le funcionaron muy bien, se mudó a París por un año y comenzó a escribir su primer libro, Sin blanca en París y Londres (Down and Out in Paris and London) que publicó hasta 1933. Con ese libro nace el seudónimo George Orwell, pues no quería apenar a sus padres con las declaraciones que imputaba en aquella no ficción.
De vuelta a casa de sus padres en Suffolk, enfermo y sin dinero, empezó a escribir Los días de Birmania, donde habla de Kyauktada, un pequeño pueblo en el que un puñado de ingleses, representantes del imperio, sobrevive encastillado en su “club europeo”. Rodeado de la selva y los nativos, a quienes uno de los protagonistas llama “negros asquerosos e infames”, Orwell retrata el daño que provoca el sistema imperialista, ignorante y posesivo.  

La segunda novela de Orwell también fue escrita desde la casa de sus padres. En esta temporada el escritor optó por convertirse en profesor como medio de subsistencia. Esta experiencia y la de vivir en Southwold, un pequeño pueblo en la costa este de Inglaterra, le sirvieron de inspiración para escribir La hija del clérigo.

Dorothy es la hija de un reverendo estricto y poco cariñoso. Condenada a una existencia infeliz, trabaja como criada y enseña en una escuela privada para señoritas, además de mendigar por las calles para conseguir lo necesario para sobrevivir a la gran depresión inglesa. Inesperadamente, Dorothy es llevada a Londres, donde vivirá una realidad completamente diferente a la suya, exiliada incluso de su propia memoria.
Esta obra desnuda la realidad inglesa de los años 30, que con enjundia se había intentado solapar en la literatura. Muestra el yugo de ser mujer y ser pobre, dos características que compartían más de la mitad de la población inglesa de esa época.

Tras una época muy solitaria, Orwell decide mudarse a Hampstead, una zona residencial de Londres, famosa por sus asociaciones intelectuales, artísticas, musicales y literarias. Ahí el escritor de 31 años comenzó a trabajar en una librería de segunda mano llamada Booklover’s Corner. Durante esa época conoció a muchos otros escritores y artistas, algunos de los cuales formarían parte de su libro Que no muera la aspidistra.

Ahí cuenta el proceso de autoexclusión social de un joven de 30 años, Gordon Comstock, que prefiere un trabajo mal remunerado de ayudante en una pequeña librería a ejercer de publicista en una importante firma con un buen sueldo. Sus ideales contra el universo del dinero, personificado como el El Dios Dinero, una figura que abarca la industria de la publicidad y el City, le llevan poco a poco a la marginalidad en todos los aspectos de la vida, incluido el personal, ya que le resulta imposible casarse con su novia Rosemary «sin un buen trabajo». Hasta sus afanes por convertirse en poeta fracasan ante la imposibilidad de ser creativo sin cumplir con los recursos económicos mínimo.

En 1936, recién comenzada la la Guerra Civil Española, Orwell decidió unirse al batallón con la idea de “matar fascistas porque alguien debe hacerlo”, como le declaró a su amigo Henry Miller cuatro días antes de enrolarse como brigadista. Llegó el 26 de diciembre, junto con otros británicos que perseguían el mismo objetivo.

El 20 de mayo de 1937, durante las jornadas de mayo, Orwell recibió un tiro en el cuello. Fue retirado del frente, regresado a Inglaterra y después internado por tuberculosis. Sin embargo, en su tiempo después del campo de batalla escribió uno de sus textos de no ficción más reconocidos, Homenaje a Cataluña, donde describe su “admiración por lo que identifica como ausencia de estructuras de clase en algunas áreas dominadas por revolucionarios de orientación anarquista” y también critica al Partido Comunista de España por su control estalinista y la propaganda que usan como manipulación informativa.
En 1946 escribió: “La guerra de España y otros acontecimientos ocurridos en 1936-1937 cambiaron las cosas, y desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo”.
Como parte de su recuperación de la tuberculosis, Orwell se fue a Marruecos. Desde ahí escribió Subir a por aire, que cuenta los preludios de la Segunda Guerra Mundial, que comenzaba el mismo año en que fue publicado.
George Bowling, el protagonista de la obra, es un agente de seguros que vive en una típica casa inglesa suburbana con su mujer y dos hijos. Un día, después de estrenar su nueva dentadura postiza siente que necesita “subir a tomar aire”. En una carrera de caballos gana 17 libras y decide que con ese dinero regresará a Lower Binfield, el pueblo en el que creció y en el que recordaba con cariño un estanque donde pescaba carpas treinta años atrás. El encuentro con la realidad dista de sus memorias: ya no hay estanque y el pueblo se ha vuelto irreconocible, además de que se encuentra con un “bombardeo accidental” de las fuerzas de la Fuerza Aérea Real.
Esta es una de las obras más reconocidas de George Orwell. En ella ilustra una alegoría del régimen soviético de Iosef Stalin, que corrompe el socialismo que el escritor defendía como orientación política. Además el argumento construye una hipótesis sobre el peso que tiene la corrupción en las sociedades y lo fácil que es que cualquiera se vea seducido por el poder.
La novela fue escrita en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y en realidad no fue conocida por el público hasta cinco años después de su publicación, en 1950.
El argumento de la novela distópica comienza cuando los animales de la Granja Solariega, alentados un día por el Viejo Mayor, un cerdo que antes de morir les explicó a todos sus ideas, llevan a cabo una revolución en la que consiguen expulsar al granjero Howard Jones y crear sus propias reglas, llamados los Siete Mandamientos, que escriben en una pared:
  1. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
  2. Todo lo que camina sobre cuatro patas, nade, o tenga alas, es amigo.
  3. Ningún animal usará ropa.
  4. Ningún animal dormirá en una cama.
  5. Ningún animal beberá alcohol.
  6. Ningún animal matará a otro animal.
  7. Todos los animales son iguales.

Esta obra fue el broche de oro que colocó a George Orwell como el rey de la distopía, pero también le dio un toque de profeta. No por nada fue éste uno de los libros más leídos después de que Donald Trump asumió la presidencia estadounidense.

Orwell la escribió entre 1947 y 1948 (aunque los esbozos existen desde el ‘44), pero fue publicada hasta 8 de junio de 1949. Mientras la escribía, el escritor pasaba por la fase más grave de la tuberculosis que padecía  y fue la última obra que publicó antes de su muerte el 21 de enero de 1950.
El concepto de vigilancia social del Gran Hermano llegó con esta obra al imaginario colectivo y se ha convertido, en uno de los concepto literarios más retomados en la cultura pop y urbana, pues constantemente nos vemos sumergidos en una realidad muy parecida a la que el escritor describe.
El hilo de la novela lo lleva Winston Smith, que trabaja en el Ministerio de la Verdad. Su tarea es, nada más y nada menos, reescribir la historia para que no contradiga  al presente. Poco a poco, Smith se empieza a dar cuenta que su trabajo es sólo una de las muchas artimañas que tiene el gobierno para engañar y someter a la gente. En su ansia de evadir la omnipresente vigilancia del Gran Hermano, que invade hasta las casas, se encuentra  con una joven rebelde llamada Julia, también desencantada del sistema político. Ambos encarnan una resistencia de dos contra una sociedad que se vigila a sí misma.
Fuente: https://gatopardo.com/cultura/libros/george-orwell-escritor-ingles/

domingo, 20 de enero de 2019

MIL Mujeres en la Industria Literaria: Industria Literaria - Industria Editorial




Ivette Durán Calderón

El trabajo de la industria editorial es meritoriamente reconocido desde siempre, igual tiempo ha sido masculinizado, o lo que es lo mismo, se atribuyó su desarrollo y puesta en marcha al denodado trabajo de dedicados hombres. Si bien fueron apareciendo esporádicamente nombres de dueñas de imprentas, o esposas de los dueños, tímidamente han salido a relucir algunas tipografistas. 


En cuanto a las escritoras, es históricamente conocida la invisibilización detrás de un seudónimo o la cesión involuntaria de los derechos a un tercero, debido a la reticencia de admitir que una mujer podía ser capaz de escribir magistrales obras. Entonces... ¿dónde quedan las ilustradoras, correctoras, dibujantes, creativas, diseñadoras gráficas, editoras, maquetadoras, encuadernadoras, archivistas, catalogadoras, libreras, bibliotecarias, promotoras y mediadoras de lectura, traductoras, poetisas, compositoras líricas, declamadoras, cuentacuentos, talleristas, agentes literarias, escritoras y lectoras?



Una observación válida es que no todas las compradoras de libros son precisamente lectoras o escritoras.
La puntualización viene a propósito de ciertas noticias que destacan el gran número de mujeres compradoras de libros, tanto en librerías como en ferias especializadas. 

Con una participación tan heterogénea, donde escritoras y lectoras son también parte de este gran equipo, indudablemente estamos hablando de la indiscutible presencia femenina en la industria literaria.
https://mujeresindlit.blogspot.com/2019/01/industria-literaria-industria-editorial.html

martes, 31 de julio de 2018

Jugando a cortar cabecitas y brazos - Criminalidad infantil - Ivette Durán Calderón



Imagen relacionada¿Alguien puede nombrar algún país cuyas leyes sancionen los delitos “de adultos” perpetrados por niños?

Niños hasta los 13, 14, 18, amparados por la ley de sus respectivos países. Sin que ninguno tenga claro dónde comienza el orden y donde termina la inocencia infantil.

“Estoy jugando a cortar cabecitas y brazos”, sería la frase que dice un niño cuando se le encuentra responsable de un desmembramiento, decapitación o salvaje descuartizamiento.

Tan inimputables como salvajes, la pérdida de su candidez es aprovechada por los desalmados criminales organizados que conocen perfectamente la ausencia de leyes o la falencia de las mimas para utilizar sicarios a cambio de paupérrimas retribuciones, encomendándoles siniestras tareas para satisfacer sus ansias de poder, venganza, resentimiento, ambición, maldad y enriquecimiento ilícito.

Urgen políticas de acción claramente estructuradas para elaborar Planes de Prevención y Alerta Temprana, no podemos conformarnos con lamentar lo que ante nuestros ojos sucede, debemos evitar que suceda aquello que daña a la sociedad y mata el presente, los niños son el presente, pensemos en ellos, con educación, escuelas, vertebración de carreteras para el fácil acceso a centros escolares, no basta abrir una escuela en áreas rurales, también se deben abrir y mejorar los caminos que conduzcan a ellas.

La responsabilidad de la educación no debe recaer solamente en los progenitores, sino en la sociedad en general. – Ivette Durán Calderón

Vamos a la noticia:

Estadounidense sicario a los catorce años

La mayor amenaza sobre niños y adolescentes son los grupos de criminales que los reclutan, los embrutecen y los mandan a matar, a robar, a extorsionar, a prostituirse y a morir

Uno de los más temibles sicarios en la guerra del narcotráfico contra el Hemisferio Norte es un muchacho de catorce años, mexicano de origen pero nacido en los Estados Unidos y ciudadano de ese país, respecto al cual no está claro lo que se debe hacer. El monstruo, "menor infractor" en el lenguaje judicial salvadoreño, asesina, descuartiza, asalta y perpetra los más horripilantes crímenes por orden de las bandas, que aprovechan los resquicios en las leyes y usan a niños, como sucede en nuestro suelo.

Estos huracanes son la cosecha de los vientos que se han venido sembrando durante décadas, o en otra frase, son lodos de aquellos polvos. El primer paso fue dado hace medio siglo por presión de los sindicatos estadounidenses: se prohibió el aprendizaje. Más tarde fueron las restricciones al "trabajo infantil" y luego, hace 16 años, la promulgación de la "Ley del Menor Infractor". Esas magnánimas disposiciones en favor de la niñez y la adolescencia han terminado en las maras, los asesinatos y descuartizamientos, el cobro de "renta" y lo que con espanto para los Estados Unidos salió a luz esta semana.


Pocas veces se demuestra con mayor contundencia el que "hipócritas sensiblerías pavimentan el camino al infierno".


El uso de niños como soldados, sicarios, cobrarrentas, descuartizadores y lo que cae en lo criminal, es un delito que no prescribe en las cortes internacionales. Hace unos meses fue juzgado y condenado en La Haya un guerrillero --"warlord"--, bandido africano, por hacerlo hace más de veinticinco años en una de las innumerables guerras del Continente Negro. Ver niños en uniforme, armados y desplegados en Sudán, Congo, Liberia y Sierra Leona, es rutinario, conmovedor, terrible.


Niños sin hogar y hogares sin niños


Lo grave es que eso suceda en nuestro Hemisferio, en Ciudad Juárez y tan cerca de nosotros. Menores de edad han perseguido y martirizado a los centroamericanos en su amargo y riesgoso paso por México hacia el Norte; todo eso se repite aquí, como se puso en evidencia en el dramático reportaje gráfico del asesinato de un joven que publicó La Prensa Gráfica y por el que fue sancionada.


Es decisivamente importante ocuparse de los niños, de su formación, protegerlos, ayudarles a ser felices en la medida de lo posible, a impedir que sean instrumentalizados, pervertidos, atropellados.


La mayor amenaza sobre niños y adolescentes son los grupos de criminales que los reclutan, los embrutecen y los mandan a matar, a robar, a extorsionar, a prostituirse y a morir. Les roban su alegría, su niñez, su futuro.


Tampoco ayuda a los niños la compasión artificial, los montajes que se levantan supuestamente para darles afecto y hogar a los vapuleados y a los abandonados, pero que sirven más a los intereses de los que medran a la sombra del aparataje de la "ternura y amor como oficio".


Sospechamos que eso está detrás de los congregados en Buenos Aires, hace poco, como de la asistencia oficial en nuestra tierra. Es sintomático que en el último par de años y debido al cúmulo de exigencias y falta de entendimiento, apenas un par de adopciones han sido autorizadas por las entidades estatales.


Como hemos dicho muchas veces, es una tragedia que haya tantos niños sin hogar pese a anhelarlo con toda la fuerza de sus corazones, como tantos hogares que no consiguen niños pese a luchar por ello.Fuente elsalvador.com/LIVDUCA

(Este artículo fue publicado el año 2010, las cosas no han cambiado desde entonces)
Antecedentes de niños asesinos han sido y son noticia. Preocupante:

1. Joshua Phillips 
Joshua Phillips - 14 años
En 1998 con tan solo 14 años, Joshua golpeó a su vecina de 8 años hasta provocarle la muerte; después de eso, la escondió debajo de su cama durante una semana entera. Cuando su madre descubrió el cadáver debido al fétido olor, Joshua huyó de su hogar, pero no sin antes apuñalar con saña 11 veces el cadáver de la pequeña.

2. Brenda Spencer 
Brenda Spencer - 14 años
Esta chica de 14 años tenía todo en la vida para ser feliz, pero lo perdió por un regalo de Navidad. En las fiestas navideñas de 1978, Brenda recibió como regalo de parte de sus padres, un rifle. En enero de 1979, la extraña joven decidió utilizar el arma en su escuela, hiriendo a ocho niños y matando a dos profesores que intentaron evitar la tragedia. Cuando se le preguntó por qué lo hizo su respuesta fue: “No me gustan los lunes”.

3. Jon Venables y Robert Thompson 
Jon Venables - 10 años   Robert Thomps - 10 años
Una de las historias de asesinato más aberrante de todas. En 1993 Jon y Robert, mejores amigos, escaparon del colegio para pasear por un shopping; ahí, se llevaron de la mano a James Bulger de dos años, qué inocentemente les dio la mano porque sí. Los infantes asesinos llevaron al más pequeño a las vías del tren y fue ahí donde ocurrió la tragedia. Le arrojaron ladrillos al pequeño, luego lo golpearon con una barra de metal; y por si eso fuera poco, le quitaron el pañal y lo torturaron con baterías eléctricas, luego lo arrojaron al tren.

4. Luke Woodham
Luke Woodham - 16 años
Este chico sufría constantemente de las burlas de sus compañeros de colegio, y luego de una ruptura con su novia, todo su mundo se nubló. El joven apuñaló a su madre y tomó el rifle y la pistola de su padre, luego se dirigió a su escuela; en el el centro de estudios, asesinó a su novia y a una amiga, y luego, hirió a siete alumnos más. Cuando declaró en juicio, aseguró que había sido poseído por demonios manipulados por un amigo cercano.

5. Kipland Kinkel 
Kipland Kinkel - 15 años
La historia de este joven es bastante fuerte. En 1998 después de que su padre lo castigara por la mala conducta que había tenido en el colegio y en su casa, Kip tomó un rifle y le disparó a su padre; luego, esperó a que su madre llegara y la asesinó con varios tiros en la cara, cabeza y corazón. Después de arrastrar a sus padres por toda la casa y esconder los cadáveres, el chico dejó una carta: “¡Acabo de matar a mis padres! No se que está pasando, los amo tanto. Soy un hijo terrible, me siento apenado, ojalá me hubieran abortado”. Eso no fue todo, ya que después de eso llegó a su escuela y asesinó a varios estudiantes.

6. George Stinney 
George Stinney - 14 años
George se convirtió en junio de 1944 en la persona más joven en ser ejecutada legalmente en los Estados Unidos en el siglo XX. El joven fue condenado por el asesinato de dos niñas : Betty Jane Binnicker (11 años) y Mary Emma Thames (8). Ambas fueron encontradas en un agujero, con fracturas de cráneo. Stinney confesó los crímenes, y explicó que había intentado tener relaciones sexuales con una de las niñas, pero como se negó la mató a ella y a su amiga. Fue juzgado como adulto y condenado a morir en la silla eléctrica. Aunque todavía hay polémica sobre si fue él o no el asesino, se cree que toda la condena fue un acto racista. 
7. Mary Bell 
Mary Bell - 11 años
Nadie se dio cuenta a tiempo, Mary Bell tenía problemas. En 1968 fue enviada a la cárcel, por estrangular a un pequeño, junto a su amiga Norma Bell, pero la policía las dejó en libertad porque declararon que había sido un accidente; meses más tarde, ambas niñas asesinaron nuevamente a un pequeño de tres años llamado Brian Howe, en esta ocasión, Mary Bell escribió con una navaja en el estómago del niño la letra “M”, y además cortó su cabello y sus genitales.

8. Eric Harris y Dylan Klebold 
Eric Harris - 17 años   Dylan Klebold -17 años
Una de las masacres escolares más famosa tuvo lugar en 1999, estos jóvenes ingresaron a su escuela con dos escopetas, una pistola, una bomba casera y varios dispositivos explosivos; con todo esto, los adolescentes realizaron numerosos disparos en la cafetería y en la biblioteca, matando a 13 personas e hiriendo a 24 alumnos. Ese mismo día ambos se suicidaron en la biblioteca.

9. Eric Smith 
Eric Smith - 13 años
El pequeño pelirrojo de 13 años sufría los abusos constantes de los niños que se burlaban de su color de cabello y de sus pecas, y un día decidió vengarse con un inocente. El 2 de agosto de 1993 Eric asesinó al pequeño Derrick Robie de cuatro años, y lo hizo de una cruel manera. Smith golpeó con piedras y luego estranguló a su víctima.

10. Cristian Fernández 
Cristian Fernández - 12 años
Cristian tuvo una vida durísima. Su madre fue violada y embarazada a los 12 años, su padrastro se suicidó frente a él, a los 6 años asesinó a un gato solo porque lo arañó, y así muchas situaciones más. La tarde del 14 de marzo de 2011, Biannela Marie salió de su casa y dejó a Cristian, el mayor de sus hijos, a cargo del cuidado de sus hermanos. Cuando regresó por la noche, se encontró al más pequeño, de dos años, inconsciente sangrando por la nariz y los oídos, Cristian lo había asesinado.

11. Jesse Pomeroy 
Jesse Pomeroy - 14 años
A finales del siglo XIX, Pomeroy era conocido como “El novio de Boston”, ya que había secuestrado y torturado a ocho niños menores de 10 años; después de eso, Jesse siguió con su deseo de asesinar, y mató a una pequeña de 11 años y luego a un bebé de cuatro años al que acuchilló tantas veces que casi lo dejó decapitado. Cuando se le detuvo por los crímenes solamente respondió: “Sí, supongo que lo hice, ahora deténganme”.

12. Graham Young 
Graham Young - 14 años
Graham tenía una extraña fascinación por los venenos y los químicos, y de pronto su familia comenzó a ser víctima de muertes extrañas. Primero su padre enfermó, luego su madrastra y su hermana cayeron en cama, todos compartían los síntomas de diarrea, vómitos y dolores corporales. En 1962, la madrastra de Young murió por envenenamiento. El asesino continuó haciendo eso con sus amigos y compañeros, hasta que fue capturado.

Fuente: LIVDUCA; https://articulos.elmeme.me/los-12-ni%C3%B1os-asesinos-m%C3%A1s-sanguinarios-de-la-historia-6b4417d629a7

Respeto al honor, el tuyo y el mío ®Ivette Durán Calderón

    El hombre es por antonomasia un ser social, que puede y debe vivir en sociedad, y para ello ha establecido normas, que se han ido me...